Debilidad institucional en Venezuela
03 Junio 2017
Por Claudio Romero
Parlamentario (ad honorem) del PARLASUR
La debilidad institucional en la república de Venezuela es ya evidente ante los ojos de los pueblos latinoamericanos que lamentan las inexplicables muertes de 68 hermanos venezolanos en menos de un mes y medio, a raíz de los enfrentamientos alentados desde el mismo gobierno de Nicolás Maduro.
Cuando se espera que desde el más alto poder surja un llamamiento a la paz interna, para evitar que el conflicto nacional escale al nivel de una guerra civil, se observa que –lejos de ello- Maduro endurece las posiciones, tensa las relaciones con la oposición, a tal extremo que inhabilita cualquier posibilidad de negociación para restablecer la paz interna.
Desde el PARLASUR, una de las instituciones con mayor peso en la región, debe surgir una mediación formal para limitar los desbordes y evitar así un derramamiento de sangre inútil en el marco de una democracia deformada pero con opciones de reencauzarse en el breve plazo.
El llamado a elecciones presidenciales es una de esas opciones, y no lo es la construcción de una dictadura apoyada en el uso de la fuerza para prolongar y proteger un mandato viciado de irregularidades que atenta contra el normal desenvolvimiento del sistema democrático.
El régimen de Maduro provoca que las instituciones venezolanas ingresen en un cono de debilidad cada vez más amplio. La demolición del poder legislativo venezolano deja a más de la mitad del pueblo venezolano sin voz y sin decisión. La caída estrepitosa de la economía ya afecta las necesidades básicas de sus habitantes, dejándolos sin alimentos ni medicamentos.
La situación se equipara a un estado de “economía de guerra”, en la que el desabastecimiento obliga a los venezolanos a disputar, en medio de un caos cotidiano, algunos pocos artículos con los cuales paliar el hambre de mujeres, niños y trabajadores y atender a los mayores enfermos.
Nicolás Maduro y su entorno son los únicos responsables de ese estado de cosas que los países latinoamericanos podrían ayudar a resolver con contribuciones apropiadas, pero el régimen no permitirá siquiera la colaboración, sumido como está en la inconsciencia y la soberbia.
Morir en los enfrentamientos o de hambre y falta de medicamentos es el destino que espera a millones de venezolanos si se demora el freno a la locura política del heredero de Hugo Chávez. Cientos de venezolanos ya han elegido el exilio, abandonando sus hogares y parte de sus familias para resguardar a los hijos de un futuro tan condicionado.
Morir en las manifestaciones opositoras enfrentando las balas oficialistas, o morir a manos de los sicariatos por defender el socialismo chavista, no puede constituirse en un hábito irreversible de la tragedia nacional. Recurrir a fórmulas menos dramáticas y alentadoras de un estado de paz interno, es la obligación de esta hora.
La mediación del Parlasur y de otras instituciones latinoamericanas es urgente y necesaria en este momento en que los enfrentamientos internos no encuentran el cauce apropiado en un escenario de posiciones irreconciliables.