Sarmiento, sus plátanos y tus alergias
17 Octubre 2025
Domingo Faustino Sarmiento pensó en educación y en embellecer la ciudad, pero dejó un legado inesperado, los plátanos de sombra. Hoy, en primavera, sus descendientes cubren Buenos Aires de polen, pelusas y alergias, recordándonos que incluso los próceres pueden tener consecuencias incómodas.
Cuando se habla del legado de Domingo Faustino Sarmiento, suele ser recordado por escuelas, bibliotecas y reformas educativas, sin embargo no se lo recuerda tanto por su aporte botánico. Los plátanos de sombra que hoy adornan calles, avenidas y plazas porteñas, fueron introducidos con la mejor intención, pero se han convertido en los grandes protagonistas de la temporada de alergias en la Ciudad.
Entre septiembre y noviembre, los árboles liberan su polen, cargado de proteínas alergénicas como Pla a 1, Pla a 2 y Pla a 3, que viajan kilómetros, asegurándose de que nadie escape de los estornudos, la congestión nasal y los ojos llorosos. Pero eso no es todo, las semillas del plátano, recubiertas por finos pelillos llamados tricomas, flotan en el aire como un confeti irritante, generando molestias mecánicas en ojos, nariz y garganta.
Las proteínas alergénicas son los compuestos presentes en el polen del plátano de sombra (Platanus hispanica) que desencadenan reacciones alérgicas en algunas personas.
Pla a 1: es la principal proteína responsable de las alergias al polen de plátano; provoca estornudos, picazón y lagrimeo.
Pla a 2 y Pla a 3: son otras proteínas que también pueden activar el sistema inmunológico, aunque suelen ser menos potentes que Pla a 1.
Los especialistas coinciden en que la primavera porteña no solo es sinónimo de flores, sino también de barbijos, pañuelos de papel y ojos llorosos. Aunque la famosa pelusa amarilla que vemos no siempre sea polen, su efecto sobre los alérgicos es innegable.
Domingo Faustino Sarmiento, el “padre del aula argentina”, seguramente no imaginó que su empeño por modernizar la ciudad y embellecerla con plátanos terminaría dejando un legado algo… incómodo. Entre escuelas y bibliotecas, cada septiembre, la Ciudad se convierte en una especie de laboratorio natural de alergias.
Un recordatorio de que incluso los próceres pueden tener consecuencias inesperadas.